Las disimilitudes de sexo
son una suma de cuestiones
biológicas y culturales
¿Existen diferencias
cognitivas entre
hombres y mujeres?
Roxana Kreimer
@RoxanaKreimer
@feminisciencia
Durante el siglo XX se menospreciaron las disimilitudes sexuales, acentuando la posibilidad de que fueran enteramente culturales. En los últimos años una revolución biológica cambió nuestra comprensión del cerebro. Contamos hoy con gran cantidad de evidencias de que las disimilitudes de sexo son una suma de cuestiones biológicas y culturales. Lo que llamamos civilización ocupa un ínfimo porcentaje de la evolución del cerebro humano. Las diferencias sexuales -evolutivamente hablando- han existido por 800 millones de años, y hoy sabemos que hay grandes disimilitudes en las hormonas sexuales entre hombres y mujeres, especialmente en forma prenatal, durante los primeros seis meses de vida y en la pre-adolescencia. (Baron-Cohen, 2003)
Diane Halpern fue directora de la Asociación de Psicología Americana (APA) y es autora de "Sex Differences in Cognitive Habilities" (Diferencias sexuales en habilidades cognitivas). Hoy es la experta más reconocida en diferencias sexuales en habilidades cognitivas. “Cuando empecé a escribir este libro -dice- era claro para mí que las diferencias cognitivas eran todas debidas a la socialización. Cuando consulté una pila de artículos académicos sobre el tema, cambié de idea”.
No hay un sexo más inteligente que otro, pero cada sexo tiene en promedio particulares habilidades cognitivas. Las mujeres poseen en promedio más facilidad para la lectura y la escritura, para ciertas habilidades de la memoria, para el álgebra y son mejores alumnas incluso en carreras en las que predominan los hombres (Halpern, 2013) Las mujeres en promedio califican más alto en tests de reconocimiento de emociones (McClure, 2000), sensibilidad social (Baron-Cohen, 1999), empatía (Baron-Cohen, 2004) e inteligencia emocional (Brackett & Salovey, 2006).
Los hombres tienen en promedio y en todo el mundo una mayor habilidad para la orientación en el espacio, expresada en la capacidad de rotación mental (los gays en promedio tienen menos) y están más presentes en los extremos positivo y negativo de la habilidad para las matemáticas (Halpern, 2013) y también en los extremos positivo y negativo de otras habilidades, algo que también había observado Darwin en otras especies animales. Dicho de otra manera, las mujeres en promedio no nos diferenciamos tanto unas de otras, aún cuando pueda haber muchas consideradas "genias", que en efecto tienen niveles mayores de rendimiento. Entre los hombres, también en promedio, en palabras de Steven Pinker, hay más genios y más estúpidos (Youtube: "The Truth Cannot Be Sexist"). Es más probable encontrar un Jack "el Destripador" entre los varones que entre las mujeres.
Muchas de estas diferencias aparecen a los pocos días de vida: las bebas hacen más contacto ocular y responden más a los sonidos y a la angustia (algo que correlacionará después con su mayor habilidad para reconcer los estados mentales de los demás y empatizar), y los bebes a objetos móviles, algo que correlacionará con la mayor habilidad masculina para la orientación espacial. (Baron Cohen, 2004, Rhoads, 2004).
El dimorfismo sexual también aparece en diversos primates. Las primates hembra pequeñas juegan más con primates bebes que los pequeños primates macho, prefieren aprender de sus madres, mientras los machos prefieren aprender de su padres, se alejan menos de la madre, juegan menos violentamente. (Ver la revisión "Sex differences in nonhuman primate behavioral development", de Elizabeth Londsdorf, 2016)
¿Por qué existen estas diferencias? Las estrategias reproductivas moldearon la psicología de hombres y mujeres, cuyas prioridades no fueron idénticas. Hasta hace apenas 10.000 años, eramos cazadores-recolectores. Durante 1.8 millones de años lo más frecuente no era que los varones pasaran el día en la oficina sino desplazándose en busca de los mejores animales para cazar. Esta actividad requiere de una buena orientación espacial y menos diálogo que silencio. El cazador que esperaba a su presa conversando tenía muchas más posibilidades de convertirse en el almuerzo de otro animal, y no pasar sus genes a la próxima generación.
Las mayores habilidades lingüísticas que en promedio poseen las mujeres se vincularía con el sistema cooperativo que durante millones de años se estableció entre ellas para la crianza de los hijos, y también con la necesidad de conocer los estados mentales de los más pequeños, que todavía no hablan. Son hipótesis de los psicólogos evolucionistas, pero bastante plausibles en virtud de nuestro pasado como especie.
Simon Baron-Cohen se topó accidentalmente con algunas de estas diferencias entre hombres y mujeres al estudiar el autismo.
Se sabe hoy que es innato, supone dificultad en el desarrollo de habilidades sociales como la empatía y correlaciona con altos niveles de testosterona en el líquido amniótico de la mujer embarazada. A mayor nivel de esta hormona masculina a los doce meses de vida, menor contacto ocular y menor percepción facial; a los 18 meses, vocabulario reducido (las mujeres en promedio hablan antes y de adultas tienen en promedio más fluidez verbal, eligen más carreras asociadas con el lenguaje y a los idiomas), a los 48 meses, menos habilidades sociales y menos intereses, focalizando en cuestiones particulares (obsesionarse por una sola cosa también es un hábito que en promedio desarrollan más los hombres), y al ingresar en la edad escolar, tienen más habilidades espaciales de rotación mental.
En síntesis, Baron-Cohen sugirió que el autismo extrema los rasgos típicamente masculinos, y mostró en sus estudios con mujeres embarazadas que se vincula con altos niveles de testosterona en el líquido amniótico de la madre (Baron-Cohen, 2004).
Estas diferencias son universales. Están presentes en todas las culturas. Sabemos también que los hombres que han sido castrados al nacer y criados como mujeres a menudo siguen identificándose y actuando como hombres.
Todas estas habilidades han dado evidencias de mejorar con la enseñanza y el entrenamiento. Por ejemplo, las carreras de ingeniería ofrecen cursos de refuerzo para ejercitarse en habilidades espaciales (lo relativo a la rotación mental) (Halpern, 2013) Si conocemos las dificultades cognitivas que en promedio tiene cada sexo, podemos reforzar determinadas habilidades en la enseñanza. Si pretendemos que hombres y mujeres posean rasgos idénticos, estamos en problemas para resolver cuestiones vocacionales, políticas, de salud, violencia y educación.
Deberíamos ser cuidadosos al hablar de estas diferencias, ya que promueven saltos rápidos a la conclusión sobre la superioridad de unos grupos sobre otros. El problema reside en confundir igualdad de derechos con igualdad de rasgos. Los estudios no predicen nada sobre individuos, de modo que tomar una entrevista laboral presuponiendo alguna característica cognitiva particular, sería errado.
Hay más similitudes que diferencias entre hombres y mujeres, y esas diferencias no siempre son grandes. Pero en algunos dominios son lo suficientemente destacadas como para prestarles su debida atención.
Algunos dicen que no deberíamos hablar de las influencias biológicas porque luego las utilizan para discriminar. Pero critiquemos la discriminación, no la ciencia. Se necesita del conocimiento para saber cómo funcionan hombres y mujeres. La verdad no es sexista. Si queremos mejorar el mundo, primero debemos conocerlo.