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Los límites de

la plasticidad

neuronal

 

 

​

El neurofeminismo del

reduccionismo sociológico

arguye erróneamente que

si existe la plasticidad neuronal,

eso significa que todo es

modificable por la experiencia.

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El conocimiento de que el cerebro tiene plasticidad, es decir, que posee la capacidad para cambiar como reacción a la diversidad del entorno,  le vino como anillo al dedo al feminismo del reduccionismo sociológico, según el cual si hubiera diferencias en los cerebros de hombres y mujeres, sería enteramente resultado de la experiencia. El cerebro tiene plasticidad, pero no todo es modificable por experiencia: la orientación sexual de la mayor parte de los varones, por ejemplo, que se despliega en la adolescencia con los cambios hormonales, no se modifica por la experiencia (Bayley y otros, 2016).

Algunas partes de la mente no tienen plasticidad. Dos buenos ejemplos son los que estudiaron Anderson, Damasio y colegas (1999), a propósito de la lesión que tuvieron dos niños en la corteza ventromedial y prefrontal orbital, una región del cerebro que queda por encima de los ojos y regula la empatía, las destrezas sociales y el autodominio. Ambos se recuperaron de las lesiones y fueron criados en hogares estables, tenían un coeficiente intelectual medio, sus padres eran universitarios. Steven Pinker refiere a este estudio en su libro "La tabla rasa", y sostiene que si el cerebro fuera totalmente plástico, el carácter de los niños debería haber sido configurado enteramente por un entorno social normal, pero de adulta la mujer era intratable, mentía e ignoraba el castigo, no tenía amigos, le robaba a los padres, no sentía empatía ni remordimiento. El caso del niño es similar, aunque a diferencia de la niña, su lesión no provino de un accidente sino de un tumor.

Ambos casos remiten a uno anterior, el del trabajador ferroviario Phineas Gage (en la imagen), que vivió en Vermont entre 1823  y1861, y debido a un accidente sufrió daños severos en el cerebro, también en la región del lóbulo frontal. Gage tuvo cambios notorios en su personalidad y temperamento, lo que se consideró prueba de que los lóbulos frontales eran los encargados de procesos relacionados con las emociones, la personalidad y las funciones ejecutivas en general. De tener un buen carácter se convirtió en irreverente, blasfemo e impaciente, y no podía conservar un trabajo mucho tiempo porque reñía con los compañeros.

Los seres humanos tenemos un conjunto de mecanismos adaptativos o "softwares" que interactúan con la experiencia. La capacidad de adaptación y cambio a las demandas que nuestro entorno o nosotros le proponemos al cerebro han sido muy bien documentados, así como sus limitaciones. La experiencia no constituye el 100% de la historia. Saberlo es de crucial importancia para incrementar nuestro conocimiento objetivo del cerebro y para desarrollar diagnósticos adecuados de las situaciones problemáticas que lo aquejan.

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Anderson, S. W., Bechara, A., Damasio, H., Tranel, D., & Damasio, A. R. (1999). Impairment of social and moral behavior related to early damage in human prefrontal cortex. Nature neuroscience, 2(11), 1032.

Bailey, J. M., Vasey, P. L., Diamond, L. M., Breedlove, S. M., Vilain, E., & Epprecht, M. (2016). Sexual orientation, controversy, and science. Psychological Science in the Public Interest, 17(2), 45-101.

Pinker, Steven, La tabla rasa (2003) : La negación moderna de la naturaleza humana, Paidós, Barcelona.  

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