En su artículo “Effacing the Male” (Borrando al varón, publicado en español por el blog "Quién se beneficia de tu hombría"), Adam Jones analiza cómo los medios de difusión han invisibilizado la muerte de varones, en particular en casos de guerra. Jones es un científico social que nació en Singapur y trabaja en la Universidad British Columbia de Canadá. Conocido por su estudios comparativos alrededor del tema del genocidio, escribió el libro de texto "Genocide: A Comprehensive Introduction (Routledge, 2nd edn. 2010)", y fue elegido como uno de los "Cincuenta autores fundamentales para entender el Holocausto y el Genocidio".
En "Borrando al varón" Jones ejemplifica la invisibilización de la muerte de los hombres en la guerra con la guerra de Kosovo, ocurrida entre marzo y junio de 1999, y denomina "generocidio" a la forma en que los serbios se concentraron abrumadoramente en los hombres en “edad de combatir” para cometer la mayoría de las atrocidades severas, aunque mujeres, ancianos y niños también fueron expuestos a un amplio rango de abusos y crímenes de guerra: desde asesinatos a violaciones y expulsiones forzadas (Jones, 1994). Cualquier joven varón albanés de Kosovo era sospechoso de ser un terrorista. "Si eran arrestados por las fuerzas Serbias –VJ [Ejército Yugoslavo], la policía o los paramilitares– los jóvenes corrían riesgo, más que cualquier otro grupo, de graves violaciones de derechos humanos", escribe Jones.
Los medios de difusión omiten
mencionar las muertes masculinas
en la guerra. ¿Es sexista que las
mujeres en casi todos los países
estén excluidas del servicio
militar y de la obligación
de ir a la guerra?
Generocidio: la
invisibilización de la
muerte de los varones
en la guerra
Roxana Kreimer
@RoxanaKreimer
@feminisciencia
La sociedad protege a las mujeres pero no a los hombres del riesgo de la guerra.En la mayoría de los países ellas tienen inmunidad sobre el servicio militar y no están obligadas a ir a la guerra. Esta desventaja que históricamente padecen los hombres es casi invisible.
Donde hay conscripción, ellas deben hacerla durante dos años y ellos, durante tres. En las reservas ellos están hasta los 54 años y ellas hasta los 24. Las casadas pero no los casados están eximidos y ellas no son forzadas a ir a la zona de combate. Un alto porcentaje de soldados de los países ganador y perdedor se suicidan los diez primeros años después de la guerra. Muchos vuelven ciegos o con heridas que los perjudican de por vida. En Rusia por la disciplina militar (dedovshchina) mueren decenas de hombres cada año.
En su libro "El segundo sexismo", el filósofo David Benatar destaca el estigma de cobarde y el cuestionamiento de su hombría que padecen los hombres que no van a la guerra. Durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres entregaban plumas blancas a los jóvenes que no combatían como señal de su "cobardía". Le dieron una a Frederick Broome, que peleó cuando tenía quince años y abandonó la zona de combate porque tenía fiebre. Avergonzado, al año siguiente volvió a enlistarse.
Un argumento que con frecuencia presentan muchas feministas, es que si más hombres que mujeres van a la guerra, eso es por culpa de los propios hombres. ¿Por qué ellos hacen la guerra más que las mujeres? En parte la respuesta obedece a una razón evolutiva: también nuestros parientes próximos, los chimpancés (machos), se juntan para pelear con otros de su misma especie por el dominio de territorios. El de más estatus, ganado gracias a la fuerza física, accede a más recursos y a más hembras. Si los hombres heredaron esta predisposición, que interactúa con la cultura, esto representa un problema de género para ellos (y un problema para todos), aún cuando la guerra la declaren en general otros hombres.
Las guerras contemporáneas ya no requieren de la fuerza física tal como lo hicieron en el pasado, cuando predominaba la lucha cuerpo a cuerpo. Benatar señala que si bien en promedio las mujeres tenemos menos fuerza física que los varones, hay mujeres con más fuerza física que muchos varones.
Si fuera necesario defenderse de un grupo fundamentalista que invadiera un país, estas mujeres podrían formar parte de las fuerzas armadas, y no ser eximidas solo en virtud de su sexo.Los hombres han perpetrado guerras injustas, pero también han protagonizado gestas de liberación, gracias a las cuales hoy gozamos de derechos civiles básicos. Han ofrecido su vida por nosotras. Han muerto por nosotras.
También lo hicieron por otros hombres y por sus propios ideales. Pero vale la pena recordarlo porque es una gratitud que jamás se hace presente en el discurso feminista, que rápidamente despacha todo lo atinente al encuadre de género con el argumento "la guerra la declaran hombres y la hacen otros hombres". Si bien esto es básicamente cierto, como se vio y tal como señalan los artículos de Jones, esto no implica que las mujeres no hayan promovido la guerra.
Los hombres que aún se juegan la vida en nombre de principios democráticos básicos -pensemos en Medio Oriente y en la lucha contra el fundamentalismo- merecen nuestra compasión, nuestra solidaridad y acciones concretas para promover la paz en el mundo.