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Por qué la

psicología

evolucionista

no es una

pseudociencia

 

La psicología evolucionista estudia qué

rasgos de la conducta humana son

adaptaciones que ayudaron a la especie

a sobrevivir y a reproducirse. Este artículo

responde a las principales críticas

que se le formulan.

Roxana Kreimer

@RoxanaKreimer

@feminisciencia

@feminiscience

 

 

 

La psicología evolucionista es un programa de investigación que genera hipótesis testeables sobre temas variados. Considera que la mente humana responde a una arquitectura heredada del proceso evolutivo. Entiende que nuestros circuitos neuronales fueron diseñados por la selección natural para resolver problemas a los que nuestros ancestros se enfrentaron durante la historia evolutiva de nuestra especie, de modo que nuestros cráneos modernos contendrían mentes de la edad de piedra. De esta manera, la cultura es solo la última tecla del extenso piano de la evolución. La psicología evolucionista estudia qué rasgos de la conducta humana son adaptaciones que ayudaron a la especie a sobrevivir y a reproducirse. Diferentes circuitos neurales están especializados en resolver distintos problemas adaptativos. Por ejemplo, tal como veremos, los celos, presentes en todas las culturas, son una adaptación asociada en parte a la incerteza de paternidad en los varones y a la incerteza de recursos para los hijos en la mujer, tal como reflejarían los estudios interculturales sobre las diferencias entre hombres y mujeres vinculadas con los celos (Buss, 2016). La psicología evolucionista se pregunta si una conducta tuvo una función adaptativa o si es un subproducto de la evolución. Esto no significa que toda conducta humana sea el resultado de una adaptación, sino que un conjunto de rasgos humanos importantes son adaptativos.

Para la psicología evolucionista la conciencia es solo la punta del iceberg: la mayoría de lo que ocurre en nuestra mente permanece oculto para nosotros, pero no se trata de la tesis psicoanalítica que plantea al inconsciente como lo reprimido y el retorno de lo reprimido. Ese postulado psicoanalítico no cuenta con evidencia científica (Primero, 2005).

En los últimos veinte o treinta años la psicología evolucionista brindó una teoría unificada para comprender la mente humana. Solo esta disciplina ofrece una teoría consistente sobre la maternidad, la sexualidad, la paternidad, la agresión y muchos otros fenómenos. Predice, por ejemplo,  que un estatus elevado incrementa las oportunidades de apareamiento. No es cierto, como aducen algunos de sus críticos, que sus hipótesis sean infalsables.Testea sus hipótesis mediante experimentos, estudios arqueológicos y genética molecular, entre otros.  Se falsaron hipótesis evolucionistas tales como que la homosexualidad evolucionó para el cuidado de los parientes (kin selection hypothesis) y la que sugiere que evolucionó una preferencia masculina por la virginidad. Como señaló Karl Popper, el conocimiento también avanza refutando hipótesis sin evidencia, y esto abre la puerta al estudio de nuevos patrones explicativos.

Lamentablemente no hay casi nada en español sobre esta disciplina, aunque poco a poco comienza a publicarse material como el que comenta y traduce el psiquiatra español Pablo Malo en su blog "Evolución y Neurociencias". Muchas personas, incluso algunos intelectuales escépticos rigurosos cuando se trata de advertir que la astrología o la homeopatía no cuentan con evidencia científica en su favor, consideran sin fundamentos que la psicología evolucionista no es una disciplina seria, y lo hacen básicamente influidos por lo expresado por el filósofo Mario Bunge cuando la psicología evolucionista recién estaba en sus comienzos, en la década del noventa del siglo XX. Es sorprendente el desconocimiento que muestran sus críticos cuando hablan de ella. Muchos solo formulan críticas, sin citar estudios, o ignorando los que han sido realizados en decenas de países (por ejemplo, Buss, 1989, Buunk y otros, 1996, Schmitt, 2003, Schmitt y otros, 2007, Schmitt y otros, 2008, Stone y otros, 2007). En la mayoría de los casos se advierte que se han formado una opinión meramente fundada en una figura de autoridad, y no se han tomado el trabajo de examinar por sí mismos más de una decena de artículos académicos.

Se suele acusar a la psicología evolucionista de ser demasiado especulativa, pero en las revistas académicas de la disciplina no se suelen publicar artículos meramente especulativos. Al igual que con otras áreas de la psicología experimental, se plantea una hipótesis, luego se diseñan experimentos para testearlas, y se trabaja en conjunción con otras disciplinas científicas como la antropología, las neurociencias o la psicología experimental. Se observa si una conducta como, por ejemplo, los celos, existe en todas las culturas y a través de las especies, y si en las comunidades estudiadas existen las mismas diferencias entre los celos de hombres y mujeres (Buunk y otros, 1996).

Bunge también critica a la psicología evolucionista por considerar, al igual que Richard Dawkins con su idea del "gen egoísta", que todo está determinado en los genes, que son partículas que determinan la aparición de los caracteres hereditarios en los seres vivos. Pero en "El gen egoísta" Dawkins no dice eso sino que la unidad de la selección natural son los genes, por lo que no se da una competencia adaptativa entre individuos y grupos sino entre genes que son transmitidos a las nuevas generaciones (Para una defensa de la psicología evolucionista frente a cómo Mario Bunge malentiende la disciplina, es posible leer el artículo de Amauri Tadeo Martínez "Bunge y la psicología evolucionista", publicado en internet en Nullius in verba site).

Otra crítica frecuente es la que sugiere que es absurdo hablar de rasgos psicológicos originados hace 6 millones de años. Pero si esto fuera así, también habría que negar en su conjunto a la biología evolutiva moderna. "Quienes formulan esta crítica sostienen erróneamente que la psicología evolucionista es infalsable pero luego no tienen problemas en hablar del patriarcado o de la masculinidad tóxica", señala la psicóloga Diana Fleischman, destacando que estos dos últimos conceptos no suelen estar basados en hipótesis falsables (Fleischman, 2019).   En su artículo "In defense of evolutionary psychology" ("En defensa de la psicología evolucionista"), Nathan Nguyen señala que quien formula esa crítica estaría de acuerdo en que al menos algunas características de los humanos son adaptaciones, como el hecho de que nuestros riñones filtran desechos de nuestra sangre o que nuestros pulmones absorben oxígeno del aire o que nuestra piel nos protege de los patógenos. Se pregunta por qué tendríamos que detenernos allí. "Si la selección natural construyera con precisión la estructura de nuestros riñones, de los pulmones y la piel, ¿por qué no actuaría sobre el órgano más importante de nuestro cuerpo, el cerebro? En resumen, cualquier crítico de la psicología evolucionista tendrá que explicar qué tiene el cerebro que lo hizo inmune a las presiones selectivas de nuestros ambientes ancestrales, y esa es una tarea difícil".

Parece adaptativo que los seres humanos cuiden a sus parientes, busquen comida y sientan dolor. ¿O debemos creer que estas disposiciones son únicamente los productos de nuestra socialización, como las tendencias de la moda?, escribe Nguyen. ¿Cómo podría el constructivista social explicar las conductas que surgen muy temprano en el desarrollo y que son evidentes en todas las culturas y especies? "Agitar simplemente las manos y decir: ´La sociedad lo hizo´ no cuenta como una explicación satisfactoria", agrega.

Otra objeción común a la psicología evolucionista es la que sostiene que si hombres y mujeres tienen rasgos diferentes irreductibles a la exclusiva influencia cultural, eso legitimaría desigualdades de todo tipo. Ya hicimos referencia a este tema en el prólogo y lo ampliaremos  in extenso en el capítulo siguiente, pero por ahora destacamos que nada del universo de lo existente prescribe conductas en el mundo de los valores y en el ámbito jurídico. Caso contrario, se comete la falacia naturalista, que consiste en sostener que dado que las cosas son de cierta manera, deben necesariamente ser así. Por ejemplo, si se señala que los hombres tienen disposición a tener más compañías sexuales, eso no significa que estén predeterminados a ser infieles en parejas que pactan exclusividad sexual, dado que la evolución nos dotó también de un sentido moral. Durante la mayor parte de la historia humana, vivimos con niveles de subsistencia, al borde del hambre, escribe Nguyen. Pero esto no motiva a ningún psicólogo evolutivo a pedir el fin de la agricultura. Los ejemplos se pueden multiplicar indefinidamente.

Otra objeción que recibe la psicología evolucionista es que "forma parte de la institución de la  heterosexualidad". Con este argumento nuevamente se acusa a una disciplina que describe nuestros procesos mentales en términos de su papel en la promoción de la aptitud reproductiva, de apoyar normativamente determinadas conductas. También se objeta que "pretenda explicar todos los fenómenos culturales y sociales". Eso tampoco es cierto: solo se concentra en las adaptaciones que se derivan de los desafíos reproductivos en nuestro entorno ancestral. Nguyen termina diciendo: "La psicología evolucionista está en pleno auge y explica fenómenos tan diversos como la formación de coaliciones, la búsqueda de estatus, las preferencias de pareja, el cuidado de los padres y la prevención de enfermedades". No hay duda de que se pueden hacer críticas legítimas sobre muchos de los métodos empleados por los psicólogos evolucionistas, termina, pero nadie leyendo críticas como las mencionadas las encontrará.

La posibilidad de testear las hipótesis evolucionistas es mayor que en otras disciplinas, ya que se supone que son universales y están presentes en todas las sociedades humanas, a lo largo del tiempo, y en muchos casos están presentes en diversas especies. Así que los datos que pueden ser encontrados son potencialmente infinitos (Saad, 2018). Muchas personas altamente motivadas trataron de falsar las teorías de Darwin y fallaron, justamente porque hay gran cantidad de evidencia en favor de ellas. Veamos algunos de estos rasgos universales.

 

Adaptaciones: rasgos universales y presentes en otras especies

 

En principio la mayoría de los constructivistas sociales sostienen que los seres humanos son producto de la evolución de las especies. Pero en la práctica exhiben un dualismo por el cual se niegan a aplicar la lógica de la selección natural a la mente. Del cuello para arriba, todo parece cambiar, como si se tratara del órgano de un alienígena.

Algunos antropólogos imaginaron culturas sin ira, pero la ira es una emoción universal, y emociones básicas como el enojo resultan estrategias biológicamente adaptativas. Es posible que todos estemos equipados con un programa que se pone en funcionamiento cuando creemos que se amenazan nuestros intereses o nuestra dignidad. Hay unos 300 universales identificados en todas las culturas. Por ejemplo, las armas, el mayor interés de las mujeres por las personas, el mayor interés de los varones por las cuestiones técnicas, las distorsiones cognitivas,  un mayor deseo sexual masculino (Brown, 2004, Lippa, 1998). Hay innumerables evidencias de que todos los aspectos de nuestra vida mental dependen enteramente de sucesos fisiológicos.

Es objeto de debate si ciertas conductas son adaptaciones o subproductos de la evolución. Por ejemplo, la música podría ser un subproducto del lenguaje o una adaptación, puesto que muchas especies de pájaros como el ruiseñor del norte cantan para atraer a las hembras y para establecer dominio sobre territorios en los que abunda la comida o donde es posible establecer un nido. Además de cantar, el pájaro carpintero construye un nido con adornos en la entrada; la hembra elije el que más le gusta, se aparea, y cría a la prole sola y lejos de allí.

El cortejo entre dos pájaros suele durar mucho más que la cópula, y a menudo las hembras elijen a los machos que desarrollan los cantos y los bailes más complejos. También los grillos llaman a la hembra mediante sonidos. Las aves de caza la seducen percutiendo un árbol hueco, una manera en la que también informan a los demás machos que tienen poder sobre un territorio.  (Mayntz, 7/09/2018; Mayntz, 26/10/18).

Otra adaptación que cuenta con evidencia es la que refiere a los celos. Entre 1920 y 1930 la antropóloga Margaret Mead decía haber descubierto culturas sin celos, con amor libre, sin asesinato ni violación (1990). Se creía que los celos eran culturales, una expresión más del egoísmo capitalista. Investigaciones posteriores mostraron que era falso, que los habitantes de Samoa eran competitivos y muy celosos (Freeman, 1983), y que las tasas de asesinato eran altas.Los celos son una emoción compleja y universal, y la principal causa de homicidio en muchas culturas (Buss, 2013). Incluyen el miedo al abandono y la humillación y no se limitan a las relaciones románticas. Lejos de estar al servicio de la supervivencia (pueden ser violentos e impulsar crímenes), parecerían estar al servicio de algunos problemas que genera el apareamiento. Son comunes a hombres y mujeres, pero presentan en promedio particularidades diversas puesto que hombres y mujeres enfrentaron distintos desafíos en la historia de la evolución. De acuerdo a la evidencia disponible, en promedio los celos masculinos se pronuncian más imaginando que la mujer tuvo una relación sexual con otro hombre, lo que en términos adaptativos habría incrementado la certeza de paternidad, y los celos de la mujer en promedio se incrementan imaginando que él ama a otra mujer, lo que habría favorecido el compromiso económico y de protección por parte de los varones (Kuhle, 2011).   

Las características que resultan atractivas para hombres y mujeres en el apareamiento, ¿son adaptativas? Por un lado podrían haber sido adaptativos rasgos comunes que prefieren tanto hombres como mujeres: la inteligencia, la amabilidad, la simpatía. Pero también hay características que privilegia más un sexo que otro en las diversas culturas estudiadas: es más frecuente que los varones consideren como prioridad para parejas a largo plazo la juventud y la belleza física, y que las mujeres reparen más en el estatus y en los recursos económicos. La belleza asociada a la juventud puede estar vinculada con el pico de la edad reproductiva, y el estatus y los recursos con la posibilidad de supervivencia de la cría.

Es común que el feminismo hegemónico considere a la belleza femenina como algo superficial que "cosifica" a la mujer, ya que lo óptimo parecería ser que se la valorara por sus méritos intelectuales. Sin embargo, muchos rasgos parecerían adaptativos. Los hombres suelen evaluar el atractivo por la simetría, el caracter acentuado o no de los rasgos femininos en el rostro y en el cuerpo, la forma aniñada de la cara y la relación entre cintura y cadera. En términos evolutivos todos correlacionan con factores relevantes asociados a la juventud, y por tanto al potencial reproductivo, a un nivel de estrógenos alto y a una buena dotación genética.

 

La genética conductual: otra evidencia de que no nacemos como páginas en blanco

 

Más allá del debate en torno a si tal o cual conducta es adaptativa o un subproducto de la evolución, hay un consenso generalizado en la comunidad científica de que no nacemos como páginas en blanco sino con adaptaciones, módulos o disposiciones que han cumplido una función en nuestro pasado como especie. Todo esto es consistente con los resultados de infinidad de estudios de otras áreas del conocimiento (neurociencias, genética conductual, antropología evolucionista, psicología evolucionista, etc), que reúnen evidencia en contra del presupuesto de que nacemos como páginas en blanco (tabulas rasas).

Otra disciplina que inclinó la balanza en contra de la hipótesis de que nacemos como páginas en blanco es la genética conductual o del comportamiento, que estudia los factores genéticos y ambientales que originan las diferencias entre individuos. Investiga en particular con gemelos, ya que, a diferencia de los mellizos o de los hermanos en general, que comparten el 50% de su carga genética, los gemelos tienen en común el 100% de sus genes, razón por la cual, por ejemplo, no hay gemelos de distinto sexo. Desde el primer estudio con 81 gemelos y 56 mellizos realizado en Minnesota, se ha ido conformando una disciplina que cuenta en su haber con innumerables estudios realizados con gemelos, algunos incluso con los que han sido criados por separado, por lo que resultan particularmente propicios para estudiar el efecto del medio ambiente (Bouchard, 1990, Loehlin, 2009).

La mayoría de los rasgos de personalidad -como la apertura a la experiencia, la extraversión, la agradabilidad o el neuroticismo- son el doble de parecidos en los gemelos que en los mellizos. Hay un 46% común en los rasgos de personalidad de los gemelos y un 23% de rasgos en común para los mellizos. La mitad de los gemelos reportan un mismo nivel promedio de bienestar. Esto significa que el 54% de los rasgos de los gemelos no son comunes, pero tienen mucho más en común que los mellizos, los hermanos de diferentes edades y las personas en general.

También se hicieron estudios con gemelos virtuales, que son dos niños adoptados simultáneamente a la misma edad, o uno biológico y uno adoptado, que son criados juntos. En estos casos había poca correlación con el CI (coeficiente intelectual), sugiriendo una influencia menor del medio ambiente que la que atribuyen los constructivistas sociales (Segal & Hershberger, 2005).

Volveremos una y otra vez sobre este tema porque es fuente de confusión permanente y porque admite distintas perspectivas para el análisis: es un error juzgar que de la consideración de lo innato o lo adquirido se siguen ciertas políticas públicas. Desde la extrema derecha alguien erróneamente podría creer que estamos determinados en materia de biología y concluir que el Estado malgasta su dinero en educación. La inmensa mayoría de los científicos que trabajan estos temas no piensan así. Pero también desde el extremo del constructivismo social, que es la idea de que solo la sociedad nos determina, se podría pensar que la educación lo es todo, y que si no hay tantas mujeres mecánicas automotrices, relojeras, técnicas en computación, matemáticas, choferes de taxis y conductoras de trenes, eso obedece a un modelado deficiente que reproduce los estereotipos sociales. Como veremos, hay buenas razones para suponer que el componente biológico tiene su peso, aunque interactúe de modo relevante con el medio ambiente.

Años atrás una nueva disciplina, la epigenética, comenzó a estudiar en animales no humanos y humanos cómo interactúan genes y medio ambiente y mostró, por ejemplo,  que también ciertas experiencias como un estrés acentuado de la madre embarazada, puede marcar el material genético de su hijo. Sin embargo, esto no significa como pretenden algunos constructivistas sociales que toda la experiencia determina el material genético. Como hemos señalado ya, la genética establece predisposiciones que en general pueden o no desenvolverse de acuerdo a la interacción con el medio ambiente. La pregunta correcta no pasa por enfrentar genes y medio ambiente, sino por preguntarse cómo genes y medio ambiente interactúan para moldear la conducta. Los sistemas biológicos son complejos y solo se desenvuelven en interacción con las experiencias de la vida. Se estima que del 40 al 50% de las disposiciones son heredadas, lo que -una vez más- no implica determinismo biológico sino interacción con el medio ambiente (Jang y otros, 1996).

La buena noticia es que la mitad o más de nuestras predisposiciones de carácter pueden ser mejoradas generando buenos hábitos y cultivando virtudes como el coraje, la templanza o la paciencia, tal como sugirió Aristóteles. El filósofo griego se equivocó al indicar que nacemos como páginas en blanco: “La mente es una tablilla en la que nada está escrito”, escribió. (Aristóteles, De Anima, 429b29-430A1). Algo similar dijeron Zenón, el fundador del estoicismo en la Antigua Grecia,  según Diógenes Laercio (vii, 43-46), y dos filósofos cercanos al espíritu de la Revolución Francesa y a su idea de igualdad ante la ley -aunque el primero vivió mucho antes-, John Locke y Jean Jacques Rousseau. Lo positivo de todos ellos es que pusieron el acento en la educación y en la formación del carácter como herramientas cruciales para el progreso social, mostrando que la conducta humana puede ser muy flexible.

Sin embargo, la doctrina de la tabula rasa también trae consecuencias indeseables: la de culpar al mérito injustamente, cuando a menudo hay otras variables en juego tales como el nivel socioeconómico, las crisis políticas, el azar (la suerte) o la sobrecarga de responsabilidad para los padres.

 

Género y sexo

 

Al sustentar un constructivismo social, la idea de que la biología no juega ningún papel en la psicología de las personas y la crítica feminista al "carácter binario del sexo" llevó a que en ámbitos públicos y educativos se usen términos neutros que eliminan las categorías de hombre y mujer. Suele decirse que el término "sexo" refiere a lo físico y "género" remite a lo cultural. Sin embargo, "sexo" y "género" son dos conceptos relacionados. El género refiere a experiencias, y está parcialmente influido por la biología. Veamos un ejemplo. En la propensión de los varones por el fútbol y por los deportes que conllevan gran destreza física es muy posible que haya un componente biológico puesto que dichas destrezas fueron fundamentales en nuestro pasado evolutivo, en particular para los varones que se dedicaban a cazar. Hay cierta evidencia también de que los varones que hoy adquieren estatus con dichas destrezas resultan más atractivos en términos sexuales (Bering, 2010). Sin embargo, la cultura juega un papel fundamental promoviendo unas tendencias más que otras, ya que algunos deportes resultan más populares en ciertas culturas. Los mecanismos sociales no generan conductas de la nada, pero pueden estimular unas actividades más que otras.

Por otra parte, si bien hay mujeres que juegan al fútbol y equipos de competencia, en todo el mundo son más los varones que las mujeres quienes juegan y miran este deporte, incluso con el incremento de la audiencia femenina ¿Diríamos entonces que el fútbol es una cuestión de género o de sexo? La respuesta es: ambos interactúan, del mismo modo en que lo hacen otras disposiciones. Por ejemplo, no resultan atractivas sexualmente las personas que nos criaron. El máximo predictor del abuso sexual infantil y del infanticidio es la presencia de un padrastro en la casa. Son tendencias que se desarrollan en promedio: hay hombres desinteresados por el fútbol, y mujeres que no se pierden un partido, pero a nivel estadístico la interacción entre biología y cultura cuenta.

El sexo está determinado por los cromosomas cuando en la concepción el esperma fertiliza el óvulo. En el útero, cuanto mayor es la exposición a la testosterona, se desarrollarán más rasgos típicamente masculinos, independientemtente de que alguien sea hombre o mujer. De modo que el sexo biológico es binario, y la autodeterminación no puede acabar con esto. Hay diferencias individuales en estas categorías, pero forman parte de la variación natural de cualquier rasgo. Tal como señala la neurocientífica Deborah Soh en el artículo que aborda este tema, "Science Can't Accurately Support Gender Neutrality" ("La ciencia no muestra evidencias de la neutralidad de género"), "Las personas que varían su género merecen dignidad y respeto, pero pretender que el sexo biológico no existe, no ayudará a cumplir con los objetivos por los que los defensores de la neutralidad de género luchan". Los activistas refieren a casos intersexo para defender su posición. Son personas que, por ejemplo, tienen genitales de un sexo y órganos internos de otro. Pero también están expuestos a niveles de testosterona en el útero y no es adecuado señalar que son resultado de la socialización. Soh destaca que es  posible defender los derechos de las personas intersexo sin eliminar las categorías de hombre y mujer. "Si un hombre se maquilla y usa tacos altos, ¿esto significa que es de "género fluido"? No necesariamente. Puede ser un hombre al que le gusta maquillarse y usar tacos altos. Del mismo modo, que alguien se identifique formando parte de un ´espectro de género´, presupone una base binaria. Sentir que uno es una mezcla de ambos sexos, no implica que uno sea ´neutral de género´ o ´no binario´. Abolir toda distinción de sexo lleva implícita la afirmación de que el sexo es ´autolimitante´. Pero en lugar de cuestionar estas ideas, la escuela decidió decirle a las niñas que ignoren que son mujeres".

 

La teoría de la selección sexual

 

Además de la selección natural, la otra teoría que propuso Darwin en su libro "El orígen del hombre"  es la de la selección sexual. Allí sugiere que algunos rasgos fueron seleccionados porque resultaban atractivos para el apareamiento. Darwin señaló que literalmente no podía dormir tratando de entender por qué el pavo real tiene unas plumas tan grandes y coloridas si de este modo resulta más visible para los predadores. ¿Cómo es que pasó de generación en generación un rasgo tan impráctico en términos de superviviencia? La respuesta es: porque las hembras así lo prefieren, con lo que las nuevas generaciones ven incrementado este y otros rasgos estéticos que no tienen nada de superficial puesto que en muchas especies hay evidencia de que son marcas genéticas de salubridad. En un estudio experimental se recortaron las plumas de los pavos reales y esa temporada los machos no se aparearon.Las hembras no los preferían (Petrie & Halliday, 1994). La evolución favorece mecanismos cuando las ventajas superan las desventajas.

Darwin diferenció entre  caracteres  sexuales  primarios,  relacionados directamente con la función reproductora, como los órganos genitales, y caracteres sexuales secundarios, no conectados directamente con la reproducción, tales como el mayor tamaño, la fortaleza y la beligerancia de los machos, sus armas de ataque o medios de defensa frente a los rivales, su coloración chillona, ornamentos, capacidad de canto y otros caracteres similares. De modo que la competencia entre machos puede ser directa, con fuerza física, o indirecta, mediante ornamentos.

En cualquier especie animal, el sexo que más invierte en la reproducción es el más selectivo a nivel sexual. Y en la mayor parte de las especies, ese sexo es el femenino. Darwin vio que las hembras de distintas especies eran más selectivas, puesto que una mala elección es más costosa para ellas, y los seres humanos entraríamos básicamente en esa categoría. En lo que concierne a los humanos, posteriormente surgió evidencia en favor de la selectividad de ambos sexos (Stewart-Williams & Thomas, 2013), aunque de todos modos se admite que el sexo que invierte más en la reproducción es un poco más selectivo. Lo que Darwin no tenía era una teoría de la herencia: fue Mendel quien mostró que los genes pasan intactos de padres a hijos.

Las estrategias de cortejo fueron desarrolladas como impulsos que incrementan las posibilidades reproductivas. Para los seres humanos y para gran cantidad de animales de otras especies, un aumento en el número de parejas no lleva a las mujeres a tener más hijos, mientras que lo favorece considerablemente en los hombres, ya que al menos durante el periodo de gestación, la mujer no puede concebir más hijos.

Las diferencias biológicas en la vida sexual y amorosa de hombres y mujeres pueden ser entendidas como diferencias de inversión parental.  La teoría de la inversión parental fue formulada por Ronald Fisher en su libro de 1930 The Genetical Theory of Natural Selection, y explícitamente formalizada en 1972 por Robert Trivers, quien entendió por inversión materna cualquier conducta por parte del progenitor que aumentase las posibilidades de supervivencia de la cría (y por tanto, el éxito en la reproducción) en detrimento de la capacidad de los padres para con otra cría (ver  Parental investment and sexual selection, Robert Trivers, en  B. Campbell (Ed.), Sexual selection and the descent of man, 1972).

En muchos sentidos los hombres y las mujeres son más parecidos que diferentes. La mayoría prefiere relaciones basadas en el amor y el compromiso, valora la generosidad, el amor mutuo y la inteligencia. Pero en la historia evolutiva hombres y mujeres han enfrentado diferentes estrategias de reproducción que se traducen en mecanismos psicológicos que en promedio son diversos para cada sexo y que afectan de una manera relevante sus elecciones.

Hay sistemas de parejas con alta inversión parental en otras especies animales. Un ejemplo entre los pájaros: el petirrojo europeo (Erithacus rubecula), conocido en el mundo anglosajón como Robin. El macho permanece junto a la hembra mientras la cría no es autónoma.

Aunque las parejas no duren necesariamente toda la vida, los humanos se caracterizan por estrategias de relaciones a largo plazo, incluso si están en crisis.  Para muchos psicólogos evolucionistas, esto explica que las mujeres, siendo más vulnerables, se comporten de forma más selectiva, un rasgo que también caracteriza a las hembras de otras especies.  Clark y Hatfield encontraron en un estudio que los hombres que se acercan a una mujer para tener sexo casual son percibidos como menos atractivos por otras mujeres, mientras que las mujeres que se aproximan a los hombres para sexo casual no son percibidas como menos deseables por los hombres.  En promedio las mujeres percibían a los hombres que se aproximaban a las mujeres para tener sexo casual como físicamente más peligrosos, menos propensos a proveer placer sexual y con un estatus inferior. La familiaridad con el hombre en cuestión reducía la fuerza de esas percepciones (por ejemplo, si la mujer lo conocía de antes, o si él era famoso). Desde un punto de vista adaptativo, la familiaridad podría representar un riesgo menor para las mujeres.  En el mismo estudio, las mujeres eran en promedio más propensas a expresar su voluntad de tener una relación sexual con un actor que con un completo extraño. mientras que los hombres apenas estaban más interesados en tener sexo con Angelina Jolie que con una completa extraña. No sugerimos que los hombres en promedio no enfaticen la necesidad de tener afinidades con su pareja, sólo señalamos que no es el requerimiento preponderante.

Para las relaciones estables los hombres en promedio tienden a poner más énfasis en la belleza femenina, por sobre otros atributos.  Como vimos más arriba, este no es un requisito para el sexo casual. Los psicólogos evolucionistas sugieren que se trata de una predisposición biológica, ya que los hombres en promedio se sienten más atraídos inconscientemente hacia mujeres más jóvenes, en edad fértil, incrementando sus chances reproductivas. La sociedad afirma este requerimiento asociando la idea de belleza femenina a la juventud.

Los hombres que tienen relaciones con otros hombres, se trate de sexo casual o de una pareja estable, también favorecen la belleza física asociada a la juventud por sobre otros atributos, mientras que esta preferencia no es tan destacada entre parejas de lesbianas.

Todas estas y otras muchas estrategias biológicas son inconscientes, y pueden afectar negativamente las elecciones de los hombres, llevándolos a favorecer la belleza por sobre otros atributos relevantes para una relación a largo plazo como, por ejemplo, rasgos positivos de personalidad, valores éticos o afinidades culturales. No es infrecuente que los hombres abandonen a sus parejas por mujeres más jóvenes por las que sienten más atracción física, que formen una nueva relación y,  aún cuando él tenga hijos de un matrimonio previo y no quiera concebir más,  termine cediendo ante el deseo de maternidad de su joven mujer, asumiendo nuevas responsabilidades económicas y de cuidado que hubiera preferido evitar,  e incluso poniendo su salud en riesgo cuando esas responsabilidades suponen más trabajo del que puede sostener. El mecanismo inconsciente que lo lleva a sentirse atraído por una mujer más joven para maximizar su éxito reproductivo, puede entrar en conflicto con su voluntad consciente de seguir reproduciéndose y de realizar una inversión parental que quizás no esté en condiciones económicas o físicas de concretar.

Como la inversión parental es diversa en machos y hembras, la selección sexual modeló los caracteres con algunas diferencias de sexo, de acuerdo a su contribución al éxito reproductivo. Básicamente esto implica más selectividad en las hembras y más trabajo para ser elegidos en los machos.  En muchas especies los rasgos físicos que prefieren tanto las hembras como los machos tienen que ver con la posibilidad de que la cría sea más saludable, más resistente a los parásitos y más vigorosa para la supervivencia.

Otra disimilitud entre machos y hembras vinculada con el apareamiento y la selectividad sexual se vincula con el tamaño. En las especies en las que el macho en promedio es más grande que la hembra, el dominante en virtud de su tamaño suele ser preferido y también llegado el caso es quien accede a ellas en virtud de su fuerza física, dominando territorios y recursos y adquiriendo más poder que otros machos de su misma especie. Una de las diferencias más prominentes se observa en los gorilas macho, que prácticamente duplican en tamaño a las hembras.

Al madurar es común que los pavos macho se agredan mutuamente,  y el que gana protege a los demás. Los subordinados no se reproducen,  porque no son preferidos por las hembras, o porque no tienen oportunidad. Sin embargo, le llevan hembras al macho alpha (dominante). A veces hay una nueva batalla que consagra a un nuevo macho alpha. Si se remueve el macho dominante, hay un nuevo enfrentamiento y el ganador es el nuevo alpha.

Los chimpancés macho desafían a los de alto rango para ascender en estatus. Las hembras también tienen jerarquías. En general las aceptan y esperan hasta que muera la veterana antes de ascender. Cuando machos y hembras mejoran su estatus, incrementan su supervivencia y la de sus crías (Pusey, 1997).

El gusto presente por los varones altos y a menudo musculosos probablemente derive de ese esquema ancestral (ya dijimos que nuestro cerebro pertenece a la Edad de Piedra), aunque no depare la protección de antaño, es decir, no implique una defensa cuerpo a cuerpo o un mayor acceso a recursos. El dimorfismo -la presencia de diferencias de forma, tamaño, color, etc., entre seres vivos de una misma especie- es menor entre humanos que entre otros animales. Con todo, la masa muscular es en promedio un 60% mayor en hombres. Esto no implica que si el sexo que más compite es el masculino no haya competencia por parte de las hembras. Esto es evidente entre hembras humanas, en particular cuando se pretende erosionar la reputación de las demás o cuestionar el actractivo físico, entre otras formas de competencia intrasexual (Buss, 1988).

En síntesis, el mayor tamaño de los machos es el resultado

(1) de la competencia entre individuos de un mismo sexo con el fin de aparearse (selección intrasexual)

(2) de la selección por parte de uno de los sexos, usualmente las hembras, de individuos del sexo opuesto que pueden protegerlas (selección intersexual) (Buss, 2015).

 

La competencia espermática

 

La teoría de la selección sexual de Darwin fue dejada de lado durante décadas, y en la segunda mitad del siglo XX se retomó la investigación en el contexto de la ecología  evolutiva y del comportamiento, con desarrollos que fueron reuniendo más evidencias en favor de los  dos  mecanismos  que  Darwin  había  propuesto,  las  luchas  entre  los  machos  por conseguir aparearse, y la actitud selectiva de las hembras. Una sorpresa que surgió de las investigaciones posteriores fue que la cópula no implica necesariamente la fertilización de los huevos, ya que las hembras a menudo se aparean con varios machos durante el período fértil (Rivera & Carbone, 2009). Surgieron evidencias de que tras el apareamiento, la selección sexual continúa en la “competencia espermática”, que es la que se da entre los espermatozoides de varios machos por la fertilización de los huevos. Asombrosamente la selección sexual entre machos seguía teniendo lugar incluso cuando los machos implicados ya no estaban presentes. Los de algunas especies pueden incrementar su probabilidad de ser padres gracias a la habilidad para eliminar del tracto reproductor de la hembra el esperma de los rivales. Es el caso de grupos de insectos como los ortópteros, los dermápteros, los coleópteros o los odonatos. Otras especies retiran el esperma de sus rivales utilizando órganos genitales especializados que tienen la doble función de extraer el esperma “rival” y después inseminar el propio.

Los testículos tienden a ser mayores en las especies donde las hembras son más promiscuas. Los espermatozoides de dos, tres o más individuos pueden estar compitiendo por llegar al óvulo. ¿Qué incrementa sus posibilidades de éxito? La evolución seleccionó a los machos de testículos enormes, que son los que compiten liberando más espermatozoides.

 

La mayor selectividad de las hembras

 

A mediados del siglo XX un biólogo evolucionista, Angus John Bateman, investigó cómo se reproducen las moscas de la fruta, y el procedimiento décadas más tarde sería considerado propio de la mayor parte de los animales que habitan el planeta. El denominado principio de Bateman sostiene que la variabilidad en el éxito reproductivo de los machos (varianza reproductiva) es mayor en los machos que en las hembras (Bateman, 1948). Esto significa que en promedio, al ser más selectivas, las hembras se reproducen más que los machos. ¿Y con quién se reproducen si no es con los machos?, me dirán. Un macho dominante se reproduce convarias hembras, dejando a gran cantidad de machos sin alcanzar el éxito reproductivo, es decir, sin la posibilidad de reproducirse. Bateman sugirió que, dado que los machos pueden producir millones de espermatozoides con muy poco esfuerzo, mientras las hembras invierten niveles de energía muy superiores para nutrir un número relativamente pequeño de huevos, la hembra juega un rol más significativo en el éxito reproductivo de la cría. De acuerdo a este paradigma, los machos compiten entre sí para poder copular.

Además del experimento de Bateman con las moscas de la fruta, quien reunió evidencia en favor de la teoría de la selección sexual de Darwin fue Robert Trivers en un trabajo de 1972. Allí reflejó gran cantidad de estudios realizados con distintos animales. En la mayoría de las especies, la más selectiva era la hembra, y Trivers adujo que la razón de ser de este comportamiento se vincula con el hecho de que la hembra invierte más energía y tiempo en la reproducción. Las células sexuales masculinas son pequeñas comparadas con las células sexuales femeninas. Biológicamente, los individuos que producen gametos pequeños y relativamente móviles (células sexuales), como el esperma o el polen, se definen como machos, mientras que los que producen gametos más grandes y menos móviles, como los huevos o los óvulos, se definen como hembras. En gran cantidad de especies, el sexo que produce gametos más pequeños y móviles tiende a realizar una menor inversión de cuidado parental. Aunque el macho a menudo invierte en la cría monitoreando el territorio en el que se emplaza el nido de predadores, entre otras formas de cuidado, Trivers sostiene que si tenemos en cuenta exclusivamente el acto de la cópula, al macho no le cuesta casi nada, mientras que, si pensamos en la hembra humana, puede desencadenar una inversión de nueve meses, seguida, si lo desea, de una inversión de cuidado de quince años. Sostiene también que un hombre puede maximizar sus chances de dejar más descendencia copulando y abandonando a varias mujeres, algunas de las cuales serán ayudadas por otras y pueden educarlos. En especies en las que se seleccionó el cuidado parental, hay estrategias mixtas para ayudar a la mujer a criar.

Cuando les preguntan qué cantidad de compañeros sexuales desearían para el próximo mes, en promedio la respuesta de las mujeres da 0,8 por mes y 4 o 5 a lo largo de la vida. En los hombres da 2 en el próximo mes, 8 en los próximos años  y 16 de por vida. 3 hombres dijeron 1000 en toda la vida. El esperma tiene muchísimos huevos. En cambio ellas ovulan unas 200 veces en la vida.  Los huevos masculinos son "baratos" y los femeninos, "caros" (Buss, 1989).

 En síntesis, a Trivers se le atribuye entonces la teoría de la inversión parental, que postula que el sexo que más invierte en la reproducción será el que resulta más selectivo de cara al apareamiento.

Una mujer lleva nueve meses a su hijo en su vientre, debe darle el pecho y luego es la principal responsable de la crianza durante mucho tiempo. No puede decir "Mejor gesto dos meses porque estoy muy ocupada". En muchas especies esta mayor inversión lleva a las hembras a ser más selectivas porque una mala elección es más costosa para ellas. El puntapié inicial de esta teoría lo dio Darwin, pero al parecer por aquella época no era algo que la sociedad victoriana estuviera dispuesta a aceptar. Los biólogos de entonces dudaban que las mujeres pudieran influir en la evolución de las especies. Posteriormente muchos otros estudios fueron consistentes con la teoría de Darwin, reuniendo evidencia de cómo, por ejemplo, las mujeres son más selectivas que los varones en el mercado de citas, y cómo en las búsquedas de pareja se reflejan las diversas presiones evolutivas que tuvieron hombres y mujeres. Un estudio de David Buss sobre este tema realizado con 37 muestras de 33 países localizados en seis continentes y cinco islas, y del que participaron más de diez mil personas, encontró que en promedio las mujeres requieren más que los varones que sus candidatos den señales de poseer recursos económicos, mientras que la capacidad reproductiva (asociada al pico de la edad fértil, que es en la juventud) era más preferida en promedio por los varones (Buss, 1989). Este fenómeno es denominado "hipergamia", en inglés se ilustra con el término "marry up" (casarse "para arriba"), es el acto de buscar pareja o cónyuge de mejor nivel social o económico que uno mismo. Es una diferencia de sexo inherente a la selección sexual, con hombres motivados a buscar mujeres en edad reproductiva y mujeres que buscan hombres que puedan proporcionar los recursos necesarios para la supervivencia de la familia.

Un mayor estatus del varón implica un mayor acceso a recursos potenciales, pero también el estatus debe ser comprendido como una buena posición dentro del grupo. En una comunidad de cazadores-recolectores el buen cazador podía ser el más atractivo, en otras pudo haber sido el que había asesinado a más enemigos. Luego esa preferencia se desplazó a destrezas culturales o científicas, lo que supone implícitamente un mayor acceso a potenciales recursos. "Necesito admirarlo" es un requerimiento que en parte resume la predilección de muchas mujeres por los hombres que poseen estatus. En su artículo "The Mating Crisis Among Educated Women" (La crisis de pareja entre las mujeres educadas) David Buss da cuenta en su investigación de cómo a las mujeres que tienen mayores ingresos económicos y que son universitarias, el número de hombres viables se les achica porque suelen preferir que ganen más que ellas o que tengan más estatus. Este resultado también sería consistente con la teoría de la selección sexual y estaría revelando un mecanismo ancestral que quizás atente contra el bienestar de las mujeres de buena posición económica y profesional en la actualidad. John Townsend (1998) encontró que no solo esta preferencia no desaparece en mujeres independientes, sino que se incrementa.

Posteriormente investigadoras como Fisher, Gotway o Campbell advirtieron que las hembras también compiten y los machos también eligen, aunque siguen siendo más selectivas las mujeres (Campbell, 2013). También Steve-Stewart Williams en un célebre artículo denominado "El primate que pensó que era un pavo real" destacó que las diferencias de selectividad de pareja de hombres y mujeres son más modestas que lo que Trivers y otros habían postulado, ya que nuestra especie no hubiera sobrevivido sin la ayuda de los padres. De todos modos, reconoce que hay una mayor selectividad en la hembra, y destaca "La explicación evolutiva para la cola del pavo real tiene una implicación interesante, básicamente que la mente de un sexo puede moldear el cuerpo del otro".

De todos modos, se suele aceptar que la mujer es un poco más selectiva por la inversión parental que realiza, y esta selectividad es más evidente en estrategias de apareamiento de corto plazo, es decir, en relaciones casuales. Aún con el impacto de los movimientos de liberación sexual, todavía es más frecuente que un varón esté predispuesto al sexo casual. En uno de los más citados experimentos de psicología evolucionista, un grupo de universitarios se acercó a otros estudiantes del sexo opuesto que pasaban por el campus y les formuló tres preguntas: (a) ¿Saldrías conmigo esta noche?, (b) ¿Vendrías conmigo a mi departamento esta noche? y (c) ¿Te acostarías conmigo esta noche? (Clark y Hatfield, 1989, 2003). Hombres y mujeres difirieron sustantivamente en sus respuestas. Mientras el 71% de los varones aceptaron ir a la cama con una desconocida y el 67% de los que se negaron respondieron que les encantaría acostarse con ella pero que estaban en pareja, ninguna mujer accedió a una oferta idéntica de sexo casual ni presentó análogas excusas. El estudio fue replicado en el 2003 con algunas variantes -no fue en una universidad sino en distintos lugares públicos-, y los resultados fueron similares, aunque aquí un 6,1% de mujeres aceptó, resultado consistente también con otro estudio realizado en Canadá en el que un 13% de mujeres dijo haber tenido sexo con un hombre que acababan de conocer (Voracek y colegas, 2005).

El psicólogo Geoffrey Miller en dos artículos (1998,  1999) y en su libro "The Mating mind" ("La mente que se aparea") argumenta que el conjunto de la cultura es un subproducto de la competencia sexual de los machos por las hembras para publicitar sus buenos genes en términos de genio, creatividad y gusto. A su modo de ver buena parte de las creaciones humanas, desde el arte hasta el humor, evolucionaron como indicadores destinados a mostrar a nuestras potenciales parejas la calidad de nuestros genes. Las más impresionantes y enigmáticas habilidades de la mente humana serían instrumentos de cortejo que han aparecido en la evolución para atraer y entretener a nuestras parejas sexuales. Alejandro Dolina lo intuyó cuando dijo una frase que ya está grabada en el imaginario porteño: "Todo lo que un hombre puede hacer, sean proezas y hazañas o, simplemente, hechos destacables, lo hace para levantarse a una mina", o en su versión más sencilla, "Todo lo que hace un hombre tiene el único fin de levantarse minas". Es exagerado, pero leído con principio de caridad, es decir, con la mejor interpretación posible, no señala algo diferente a lo que postula la teoría de la selección sexual de Darwin.

Muchos de los rasgos que seleccionamos cuando elegimos pareja no son arbitrarios sino potentes indicadores de salud y fertilidad. Miller estudió la producción de discos de jazz en la segunda mitad del siglo XX, y observó que la mayoría de ellos son de varones en el pico de su edad reproductiva. Este es un buen momento para recordar lo que ya hemos dicho: no es que la biología sea la única influencia. Evidentemente para que un hombre se convierta en músico de jazz es necesario algo más que buenos genes: aprender música, estar en un medio ambiente en el que se valore este ritmo, y también estar dispuesto a pasar muchas horas solo practicando un instrumento.

Satoshi Kanazawa analizó las biografías de 280 científicos y observó que la mayoría produce su descubrimiento fundamental en el pico de su edad reproductiva, lo que resulta consistente con la tesis de Miller de que la cultura -y en este caso la ciencia en particular- es un subproducto de la competencia sexual de los machos por las hembras para publicitar sus buenos genes (2000).

Una de las mayores evidencias de la teoría de la inversión parental se refleja en el hecho de que en un menor número de especies, el que invierte más en la reproducción es el macho (Trivers, 1972). Entonces el esquema se invierte y quienes más luchan por aparearse son las hembras. Es el caso de el pez pipa o el  caballito de mar, cuyos machos son los encargados de incubar y transportar la descendencia hasta que nace. Trivers también señala como ejemplo de especie de sexo revertido a los dentrobátidos, que son diversas especies de ranas venenosas. Un mecanismo análogo existe en muchos peces y en la rata topo desnuda. La teoría inversión parental permite predecir una serie de rasgos de las especies a partir de la constatación de que los machos invierten más en la reproducción. Trivers señala que en las especies de sexo revertido las hembras suelen ser más coloridas, grandes y agresivas, y cortejan y luchan por los machos. (Continuará)

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