Sobre la irracionalidad
de evaluar el acoso
con a prioris que
invierten la carga
de la prueba
¿Es racional sostener
"Yo decido creer todas las
denuncias" y "Los excesos
son inevitables cuando
se plantean cuestiones
de justicia"?
Roxana Kreimer
@RoxanaKreimer
@feminisciencia
"Yo decido creerle a Calu" (una actriz que denunció públicamente a un actor por haberse sobrepasado con los besos de ficción, y de haber seguido haciéndolo pese a que le advirtió la incomodidad que le generaba). Es común oír en estos días esa declaración, por ejemplo en boca de Andy Kuznetsoff cuando entrevistó a Calu Rivero en su programa de televisión "Podemos hablar" (10 de marzo, 2018). También lo dijo Julia Mengolini en el programa de televisión Intrusos (31 de enero 2018), donde redobló la apuesta y sostuvo que ella decide creerle a todas las mujeres que declaran ser víctimas de acoso sexual, incluso "si tienen que pagar justos por pecadores". Esa frase es utilizada cuando un castigo o una medida restrictiva no solo alcanza a aquellos contra los que está destinada, sino que también perjudica a otros no culpables.
¿Cuál es el problema de decir que una creencia puede provenir de una decisión? Que ya las evidencias no importan, que una perspectiva sobre las cosas se ha convertido en inmodificable, que no habrá nada ni nadie que nos haga cambiar de opinión. Ya no se trata de una creencia sino de una fe ciega, un a priori. Cuando ese presupuesto se le aplica a grupos humanos y públicamente, estamos en la antesala del dogmatismo, que es la actitud de la persona que no admite que se discutan sus afirmaciones, opiniones o ideas. Como encuadre frente al conocimiento, es lo opuesto al escepticismo, que nos mueve a sugerir diversas hipótesis y a no aceptar ninguna sin evidencia suficiente. El dogmatismo en cambio afirma que la mente humana tiene una capacidad absoluta, instantánea e inmodificable para conocer la verdad. Está a un paso del fanatismo, más asociado a la acción, al proselitismo y a las injusticias y violencias de todo tipo.
Analicemos el caso de Calu Rivero. En base a lo que sabemos, ¿podemos conocer certeramente lo qué ocurrió? No, pero la mayor parte de los problemas en torno a los cuales formamos hipótesis acontecen en situaciones de incertidumbre y con información incompleta. No estoy hablando de pruebas judiciales: esa causa prescribió y no hay que decidir si el actor que ella acusa es jurídicamente culpable o inocente. Procuro establecer si hay instrumentos que nos permitan pensar mejor sobre este y otros temas.
Primero supimos que tras el episodio de acoso de Harvey Weinstein publicitado en Hollywood, Calu declaró en una entrevista que ella había vivido en carne propia el fenómeno del acoso, y todo lo que supimos era que ella acusaba a un actor de haberla besado demasiado efusivamente en el set. La reacción que siguió a eso fue la de una gran indignación en los medios y el pedido por parte de muchas personas que el actor fuera despedido de la novela en la que actuaba. El caso era mucho menos evidente que otros, ya que el beso era consentido, aunque no en su totalidad (el detalle de que él le habría introducido la lengua lo agregó muchas semanas más tarde). No parecía haber muchas evidencias de que se tratara de un caso de acoso. Algunos, como Facundo Arana, llegaron a sugerir que tal vez ella se sintió acosada sin que en realidad lo fuera. Pero en las últimas semanas otras dos actrices contaron episodios mucho más concretos del acoso que habría llevado a cabo el mismo actor, mostrándole sus genitales a una mujer sin previa señal de consentimiento mientras estaba a solas con ella en un camarín, y diciéndole "mirá cómo me la ponés", persiguiéndola por el set de filmación y con su esposa al lado cuando claramente y en repetidas oportunidades ella habría dicho "No". ¿Significa esto que ahora sabemos a ciencia cierta lo que ocurrió y que el actor es responsable? No, pero no parece racional mantener la misma hipótesis que al principio, cuando la única información que teníamos era la referida al beso de ficción. Sin embargo, la abogada del actor declaró que ella no hablará de los otros casos que no sean el de Calu (Intrusos, 13 de marzo 2018), y los periodistas -salvo excepción- aceptaron eludir estos ejemplos, como si no fueran relevantes a la hora evaluar hipótesis sobre el episodio. No se le puede pedir a un abogado que declare en contra de su cliente, pero el periodista debe investigar lo que pasó, y ese no era un detalle nimio como para desestimarlo rápidamente.
Otra posición cognitiva sobre el tema del acoso llama a aceptar los excesos en las denuncias, dado que siempre que se destapa una olla, el agua se desborda. Fue la posición que tuvo la periodista Mónica Gutiérrez el lunes 14 de marzo en un programa de América TV, y la que defendió una conocida investigadora sobre cuestiones de género. Si cada vez que se destapa una olla fuera inevitable aceptar los excesos, no serían necesarios los juicios ni el individuo tendría derecho a una legítima defensa: generalizaríamos a partir del colectivo al que pertenece y el problema estaría resuelto. Cualquier hombre joven podría ser arrestado, ya que la mayoría de los presos son hombres jóvenes. O ninguna mujer debería ser llevada a juicio por asesinato, porque la mayor parte de los que asesinan son hombres. Para pensar, formular declaraciones públicas y condenar judicialmente a las personas, la carga de la prueba la tiene el que acusa, y por tanto debe dar evidencias específicas de lo que dice (y los demás deben exigirlas), sin ampararse en generalizaciones a partir del colectivo al que pertenece o en cálculos probabilísticos. Es racional valerse de heurísticos (reglas que en general pero no siempre funcionan), pero a la hora de evaluar cada caso particular, no podemos sacar conclusiones ni condenar a personas a partir de ellos.
Un mecanismo similar al "Yo decido creerle a X" es "Yo hice X porque obedecí órdenes", utilizado por los militares alemanes a las órdenes de los líderes nazis y por los militares argentinos de las dictaduras militares de la segunda mitad del siglo XX. Dicho mecanismo es común en la mayor parte de los seres humanos, tal como revelaron los célebres experimentos de Milgram, Zimbardo y otros, y consiste en obedecer más de la cuenta a las figuras en las que reconocemos una autoridad.
No sostengo que quien dice "Yo decido creerle a X" razona como un nazi. Lo que busco señalar es que tanto el "Yo decido creerle a X" como el "Yo obedecí órdenes" muestran situaciones en las que un individuo renuncia a su rasgo más humano, que es la capacidad de pensar por cuenta propia.
Desde Sócrates en adelante esa es la tarea que la filosofía plantea como más recomendable: no seguir como ovejas "lo que se dice", "lo más general" o la costumbre: evaluar evidencias, conceder, enmendar y cambiar de hipótesis y creencias a la luz de la nueva información. Persuadir con argumentos, no con a prioris ni generalizaciones indebidas.