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Diana Maffía

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entrevistada por

 

La Nación

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La editora de ciencia del diario La Nación, la periodista Nora Bär, entrevistó a la feminista Diana Maffía y el resultado del reportaje fue publicado el 10 de mayo de 2018 con el título "El feminismo es una cuestión política, no hormonal". En este artículo cuestionamos la base empírica y los argumentos de muchas de las afirmaciones de Maffía, y señalamos también qué cuestiones pendientes juzgamos acertadas en la agenda feminista que plantea.

    Por Roxana Kreimer

      @feminisciencia

      @feminiscience

      @Roxana Kreimer

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Diana Maffía es una de las principales referentes del feminismo argentino, directora del Observatorio de Género del Ministerio de Justicia e investigadora en cuestiones de género de la Universidad de Buenos Aires. La entrevista realizada por la periodista de ciencia Nora Bär dio lugar a las siguientes afirmaciones de Maffía, que intercalamos con nuestros comentarios:

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Maffía: (1) "La mayor parte de las diferencias (de sexo) corresponden a los cuerpos".

Comentario: El dualismo que supone el denominado mito del fantasma en la máquina, el cuerpo por un lado, y la mente por el otro ("cerebro" es la palabra que convendría utilizar), no cuenta actualmente con evidencia científica a su favor. Una copiosa literatura científica da cuenta de importantes diferencias en predisposiciones psicológicas promedio de hombres y mujeres.

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Maffía (2) menciona el "androcentrismo", la visión del mundo que sitúa al hombre como centro de todas las cosas, la idea de que la mirada masculina es la única posible y universal, por lo que se generalizaría para toda la humanidad, sean hombres o mujeres. Sin embargo, como única evidencia de que en 2018 vivimos de acuerdo a esa visión del mundo, trae a cuento a Aristóteles y a sus ideas sobre lo superior y lo inferior, y a la ciudadanía de la antigua Atenas, que excluía a mujeres y esclavos. Se trata de una falacia genética, uno de los recursos más frecuentes del feminismo hegemónico, una falacia lógica que consiste en cuestionar algo exclusivamente en virtud de su orígen (génesis), pasando por alto cualquier diferencia con la situación actual. Ya hemos señalado en otro artículo que Maffía comete en numerosas ocasiones esta falacia,  así como se vale de este concepto, "androcentrismo", que termina convirtiendo en infalsable, ya que si una mujer sancionó a una alumna por concurrir sin corpiño al colegio, los días subsiguientes Maffía argumenta en Twitter que esta mujer está dominada por el "androcentrismo".  Provenga la falta de un hombre o de una mujer, el hombre siempre es el responsable.

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Maffía sostiene (3) "Cuando se nos dice que ciertas cosas van en contra de un orden natural, en realidad se trata de un orden de poder que debe ser interpretado, como toda la naturaleza".

Comentario: No aclara puntualmente a qué hace referencia, pero supongamos que estuviera pensando en el argumento conservador de que "la homosexualidad no es natural" (lo cual es falso, pero no viene al caso). Podemos acordar en que lo que existe en la naturaleza no está dictaminando necesariamente lo que ocurrirá en la sociedad, de otro modo cometeríamos la falacia naturalista. Pero esto no quiere decir que no haya conocimiento objetivo sobre la naturaleza, y que ese conocimiento no sea relevante para la agenda política de la igualdad de género, no porque dictamine cómo hemos de ser, sino porque nos permite estar mejor informados sobre predisposiciones que pueden o no favorecernos como individuos y como sociedad. La naturaleza también marca un límite objetivo para lo que podemos interpetar: nunca podremos interpretar que a la mayor parte de las mujeres podría resultarles placentero que las violen, ya que esta interpretación entraría en contradicción con fenómenos biológicos objetivos.

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Maffía (4) se lamenta por el hecho de no haber leído a una sola filósofa mujer en la Carrera de Filosofía y sugiere implícitamente que se trataría de sexismo, ya que esta es la hipótesis que surge por default cada vez que una feminista encuentra una diferencia entre hombres y mujeres, a los que juzga idénticos en predisposiciones y preferencias. Comparto que leer solo a filósofas mujeres  puede llegar a ser problemático, aunque no es éste el lugar para argumentarlo. En mi caso, que cursé la misma carrera en la misma institución años después que ella (entre 1996 y 1999), estudié a algunas (pocas)  filósofas mujeres, y seguramente habrá más en el futuro. Pero no disponemos de evidencias de que se trate de sexismo, sino de una proporción casi inexistente de filósofas en la historia de la cultura, y aún hoy en todo el mundo hay un interés inferior por parte de las mujeres jóvenes en la filosofía, una preocupación que se expresa con particular énfasis en los países angloparlantes, donde no suelen superar el 20% del alumnado. En la Argentina hay 1671 hombres y 1223 mujeres que estudian filosofía (Ministerio de Educación: Dirección de Políticas Universitarias) y muchas de las recibidas se dedican a tareas docentes, no a investigar y publicar. La superabundancia de filósofos se debe a que la Carrera de Filosofía está centrada en la Historia de la Filosofía, y en el hecho de que las mujeres en promedio prefieren carreras y oficios más focalizados en personas, fenómenos vivos y desarrollo de habilidades sociales (psicología, medicina, enfermería, secretaría, cajera de supermercado, veterinaria, biología, lenguas, traductorado) y los varones prefieren carreras y oficios más focalizados en objetos y sistematización (abstracción) (ingeniería, ciencias de la computación, física, matemáticas, taxistas, ferreteros, mecánicos, etc). Esta diferencia es incluso mayor en los países con mayor igualdad de género del mundo (Recomendamos ver "Lavado de cerebro. La paradoja de la igualdad" y un estudio realizado con preferencias de medio millón de personas, entre muchas otras evidencias). También se expresa en los libros que más compran en promedio hombres y mujeres y en las películas que prefieren. Incluso dentro de la Carrera de Filosofía, las materias más vinculadas a lo social como Etica, tienen mayoría femenina, y las más asociadas a la sistematización como Lógica, Filosofía de la mente, Filosofía de la Ciencia o Filosofía Política, tienen mayoría de varones. En los últimos diez años, hay una sola tesis de doctorado en Teoría Política  escrita por una  mujer, y el tema es eminentemente práctico: trata sobre pobreza y justicia global. Las feministas atribuirían esto a los estereotipos, pero hay sobradas evidencias de que los estereotipos pueden ser consecuencia y no causa. No había modelos para ser veterinaria y hoy las mujeres son mayoría en esa carrera, pero el orígen está vinculado fundamental -aunque no exclusivamente- con una variable biológica que se origina en los niveles de testosterona prenatal a los que está sometido cada individuo antes de nacer, siendo los niveles femeninos superiores a los masculinos, llegando al caso extremo del autismo, que presenta dificultades en habilidades sociales (para las mujeres en promedio evidencian mayores destrezas) y en muchos casos extraordinarias habilidades para tareas sistematizadoras. (Ver dos teorías postuladas por Baron-Cohen, la del cerebro masculino extremo, y la de la empatía y sistematización, y el estudio de correlación entre testosterona y elección por parte de hombres y mujeres de carreras técnicas). Si el feminismo no muestra interés por estudiar en detalle la influencia hormonal en intereses, de la que hay evidencia en innumerables estudios, seguirá equivocadamente pensando que la psicología de hombres y mujeres es idéntica, y retrasará la posibilidad de tomar medidas apropiadas para que haya más mujeres creando filosofía e interesándose por la filosofía política.

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Maffía (5) sostiene que los varones creen equivocadamente que "si se legisla en contra de la violación, todas las mujeres nos van a denunciar". Esta es una falacia del espantapájaros, que consiste en simplificar una idea para derribarla más fácil. Lo que se objeta en relación a este tema es que la ley argentina no pida a la mujer más que su testimonio y el de otra persona que la apoye para ofrecer evidencias de que ha sido objeto de violencia sexual, abriendo la puerta para numerosas acusaciones falsas. Esto quiebra un principio básico de igualdad ante la ley, así como lo quiebra la Ley de femicidio sancionada en el 2015, según la cual si en la misma situación una mujer mata a su marido, va un número determinado de años a la cárcel, pero si el que en idénticas circunstancias la mata es él, es castigado con cadena perpetua.

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Entre los reclamos que consideramos justos enumerados por Maffía, cabe destacar el de la despenalización del aborto, un tema que se discute actualmente en el parlamento argentino, el logro que supone haber facilitado la carrera de investigación para las mujeres que son madres, y la necesidad de una mayor participación de la mujer en política, algo que ella atribuye al sexismo, pero que hay sobradas evidencias de que, al igual que ocurre con la filosofía política, las mujeres se interesan menos por la acción social que no tenga un anclaje directo en el mejoramiento de la vida de las personas, y sabemos que la política lamentablemente está muy alejada del ciudadano común y corriente.

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El reportaje terminó con dos anécdotas jugosas: una amiga preguntándole a Maffía por qué no discute con su marido, también filósofo, como cualquier otra pareja, y en cambio lo hace como si estuvieran en un seminario, una metáfora que ofrece un buen modelo para las discusiones racionales dentro de una pareja, y el comentario del marido de Maffía cuando fue designada como titular de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires: "Es una buena noticia, así no patrullás solo en casa".

 

 

 

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