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¿Se trata de

construcciones culturales

o reflejan predisposiciones

biológicas que interactúan

con la cultura?

 

​Estereotipos:

 

¿causa o

consecuencia?

 

 

Roxana Kreimer

@RoxanaKreimer

@feminisciencia

 

 

Uno de los ejes argumentativos del feminismo hegemónico es el que sostiene que los esterotipos son construcciones sociales y causan las diferencias entre los sexos, sin contemplar que pueden ser su consecuencia, e incluso el resultado de predisposiciones biológicas que interactúan con la cultura. Por ejemplo, Lucía Ciccia señala que tanto la biología del siglo XIX como la del siglo XXI estarían destinadas a reproducir los estereotipos de género, manteniendo a la mujer en el ámbito privado, abocada a su rol de madre, favorecida por atributos como la emocionalidad, la empatía y la intuición, mientras que el hombre estaría ligado a las capacidades cognitivas y a la abstracción. A su modo de ver "el sexo es una construcción social" y es "la práctica de género la que modifica el cableado neuronal" (Ciccia, 2015).

Formular buenas generalizaciones es parte de lo que llamamos racionalidad. Abstraer es olvidar diferencias no significativas entre las cosas e inferir rasgos comunes. Caso contrario, terminamos como Funes "el memorioso", el personaje de Borges que era incapaz de pensar porque el perro visto de frente a las tres de la tarde le parecía muy diferente del mismo animal visto de perfil a las cinco. Los estereotipos encarnan una estadística intuitiva que puede o no ser adecuada. Quienes se han dedicado a estudiarlos, tal el caso del investigador que más profundizó en este tema, Lee Jussim, analizaron cómo innumerables estereotipos tienen base empírica  y son adecuados (Ver Stereotype accuracy: Toward appreciating group differences. American Psychological Association, Lee, Y. T. E., Jussim, L. J., & McCauley, C. R, 1995, entre otros tantos trabajos de Jussim sobre estereotipos que pueden ser consultados en Google académico, todos en inglés).

Veamos algunos de los estereotipos asociados a hombres y mujeres y analicemos si tienen base empírica y si pueden responder al menos parcialmente a predisposiciones innatas. Siempre estaremos hablando de promedios: un estereotipo no predice rasgos indivuales dentro de un colectivo, solo puede considerar que en promedio es más probable que un rasgo sea propio de ese grupo. Discriminar en base a una adscripción de grupo es éticamente inadmisible, como cuando se selecciona para un trabajo por el color de la piel o cuando el feminismo hegemónico habla en términos peyorativos de los "hombres blancos y hetero".

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Estereotipo 1- Las mujeres son más empáticas

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La empatía permite intuir los pensamientos, las emociones y las acciones de los demás y es uno de los componentes fundamentales de la inteligencia social.

Numerosos trabajos muestran que en promedio este estereotipo es adecuado. Por ejemplo, en un estudio en el que se buscó que el participante "lea" las emociones en el rostro, las mujeres calificaron mejor en empatía (Baron-Cohen y otros, 2015). Fue administrado a 395 adultos con autismo, y a un grupo de control de 320 adultos. Hubo significativas diferencias entre los controles de  hombres y mujeres (p < 0.001, Cohen’s d = 0.47), y una ausencia de diferencias sexuales entre hombres y mujeres autistas (p = 0.907, d = 0.01).

En un estudio de Simon Baron-Cohen (2006), a mayores niveles de testosterona en el útero materno se desarrollaban luego menores niveles de empatía (en promedio los varones reciben más testosterona in utero).

En otro artículo la administración de testosterona a 16 mujeres disminuyó significativamente sus niveles de empatía (Van Honk y otros, 2001) También llegaron a la misma conclusión midiendo correlación entre testosterona en el útero (mediante la diferencia entre el dedo índice y el anular) y empatía.

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Estereotipo 2- Los hombres están más ligados a la abstracción

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No estamos hablando acá de capacidades sino de preferencias, si bien no negamos que en el pasado el estereotipo pudo estar asociado a la idea de que las mujeres son menos capaces en las tareas vinculadas con la abstracción. Un estudio interesante para evaluar el tema de las preferencias es uno en el que siguieron durante 35 años a los mejores alumnos de matemáticas y ciencias (niñas y niños), educados en un ideal de igualdad de género. De grandes ellas querían trabajar más con personas y valores sociales, y ellos con objetos y teoría (Lubiski y otros, 2006). Es decir que no había desigualdad de capacidades sino de preferencia por parte de las mujeres en relación a trabajos focalizados en personas. Esta preferencia de los varones para trabajar con objetos y abstracciones (sistematizaciones) y las mujeres con personas es evidente en un estudio que se hizo con alrededor de medio millón de individuos y con un gran tamaño de efecto (diferencia): (d=0.93). (Su, R. y otros, 2009).

Una manera de evaluar concretamente si los varones en promedio gustan más de las actividades que suponen altos niveles de abstracción sería ver si, por ejemplo, son más propensos a estudiar matemáticas, física, lógica o filosofía analítica (posee en general un escaso anclaje práctico).

No es que no haya diferencias de capacidades, pero no existen en el promedio de la población sino en los extremos (más hombres sobresalientes en matemáticas y más hombres pésimos en matemáticas). Diane Halpern es la psicóloga que más ha investigado las diferencias cognitivas entre hombres y mujeres y señala mediante evidencias empíricas que no hay diferencias promedio en habilidades vinculadas con las matemáticas,  pero en las colas de distribución hay más hombres (en otras palabras, más varones en el extremo superior e inferior de habilidad). Puntualiza también que influyen factores biológicos y ambientales (Halpern, 2007).

En líneas generales en todo el mundo el porcentaje de mujeres que estudian matemáticas y física es bajo, generándose la llamada "paradoja de la igualdad", por la cual en países con mayor igualdad de género hay menos mujeres en las carreras STEM (matemáticas, física, ingeniería y ciencias de la coputación), ya que presumiblemente al tener menos presiones económicas, pueden estudiar lo que realmente les gusta, en general, tareas focalizadas en personas. Los trabajos de Richard Lippa muestran cómo las mujeres en promedio se orientan más a trabajar con personas y los varones con cosas y sistemas. Por ejemplo, es posible ver su análisis de la participación de mujeres en 60 ocupaciones variadas desde 1972 a 2010. Su examen de la estadística muestra que las mujeres ingresaron en trabajos de alto estatus en 1972, pero su participación en trabajos orientados a cosas permaneció bajo y estable (Lippa y otros, 2014).

Es de notar que no había estereotipos de mujeres veterinarias, y hoy son mayoría en todos los países en los que las mujeres acceden a la universidad. Una explicación posible es que si bien no se trabaja centralmente con personas, se trata de un empleo que supone un estrecho contacto con lo vivo (animales), del mismo modo en que se establece en la carrera de biología, donde también hay una amplia mayoría de mujeres.

En el ámbito de la filosofía profesional es posible observar una mayor propensión de los varones a las áreas de mayor abstracción, con una mayoría masculina en los departamentos de lógica y política, y una mayor participación femenina en ética, un área que focaliza en conductas humanas y sus derivados (estudios de género, por ejemplo).

 

Estereotipo 3- Las mujeres son más emocionales

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Acá depende de la emoción que tengamos en cuenta. Tal como señala David Schmitt en su artículo "Are Women More Emotional than men?", "probablemente la evidencia más contundente de diferencias de sexo en emociones se vincule con las emociones negativas (Brody & Hall, 2008; McLean & Anderson, 2009). En un metaanálisis de 25 estudios, por ejemplo, Feingold encontró que las mujeres califican más alto en ansiedad. Las diferencias sexuales en el rasgo de personalidad del neuroticismo apareció como robusto, por encima de los sesgos del autoreporte (Feingold, 1994; Schmitt et al., 2008), y en estudios realizados en numerosas naciones (Costa et al., 2001; Lippa, 2010; Lynn & Martin, 1997; Schmitt et al., 2008). En las mujeres es más usual que la rumiación las conecte con emociones negativas. Otras diferencias no muestran un panorama por el que podamos considerar que las mujeres son de Venus y los hombres son de Marte. Las que refieren a la depresión son grandes  (Hyde et al., 2008) y aparentemente están presentes en la mayoría de las culturas, especialmente en las de mayor igualdad de género  (Hopcroft & McLaughlin, 2012; Van de Velde, Bracke, & Levecque, 2010). Más diferencias y los links a los estudios académicos del presente párrafo pueden ser consultados en el mencionado artículo de Schmitt.

Sabemos que las consencuencias de la ira masculina son más severas que las de la ira femenina, y llevan a los hombres a asumir más riesgos. El estereotipo de mujeres más emocionales no es ni falso ni totalmente verdadero, pero tampoco podemos decir que es inadecuado ni socialmente impuesto, ya que si se analizan los patrones de emocionalidad negativa por sexo, en base a la bibliografía que hemos suministrado, los rasgos comunes a numersosos países revelan evidencia en favor de ciertas predisposicones innatas que interactúan con la cultura.

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Estereotipo 4: Los hombres son más competitivos

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Citaré dos estudios sobre el tema a modo de ejemplo. En uno los varones se mostraron más competitivos con su propio sexo, particularmente en el ámbito de los deportes, y utilizaron más la violencia física, y las mujeres reflejaron una mayor competencia por el atractivo físico (Cashdan, 1998). Tannen en su libro de 1994 señala que en sus estudios de caso en la conversación los varones se muestran en promedio más competitivos y atentos a mantener el estatus.

Es indudable que no todos los estereotipos son adecuados, muchos son prejuicios que se transmiten de generación en generación, pero reducirlos a meros constructos sociales, o sostener que son todos inadecuados o discriminatorios no es algo que pueda ser apoyado por la evidencia empírica.

Si una feminista considera que los estereotipos que asocian a la mujer con la maternidad son inadecuados, está descalificando algo que prefieren la mayor parte de las mujeres: ser madres. No es obligatorio reproducirse, pero descalificar a la maternidad como elección o considerar que el estereotipo que señala que los varones tienen más propensión a tareas abstractas es discriminatorio, presupone que los trabajos caracterizados por la abstracción son superiores a los focalizados en personas, algo que parece reproducir la lógica "patriarcal" que el feminismo cuestiona.

Analizar si los estereotipos son causa o consecuencia es una tarea que cualquier movimiento por la igualdad de género debe asumir,  basándose en evidencias empíricas.  Pero suponer que los estereotipos son la causa de todas las diferencias sexuales es como suponer que la reputación de un restorán es la causa de la calidad de su comida.

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Bibliografía

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Baron-Cohen, S., & Wheelwright, S. (2004). The empathy quotient: an investigation of adults with Asperger syndrome or high functioning autism, and normal sex differences. Journal of autism and developmental disorders, 34(2), 163-175.

Baron-Cohen, S., Bowen, D. C., Holt, R. J., Allison, C., Auyeung, B., Lombardo, M. V., ... & Lai, M. C. (2015). The “reading the mind in the eyes” test: complete absence of typical sex difference in~ 400 men and women with autism. PLoS One, 10(8), e0136521.

Cashdan, E. (1998). Are men more competitive than women?. British Journal of Social Psychology, 37(2), 213-229.

Ciccia, L. (2015) Genes, sinapsis y hormonas; la continuidad de normativas sexistas, racistas y androcéntricas bajo una categorización genética de los cuerpos, Iberoamericana Iberoamérica Social Revista-red de estudios sociales.

Halpern, Diane F., et al. "The science of sex differences in science and mathematics." Psychological science in the public interest 8.1 (2007): 1-51.

Lippa, R. A., Preston, K., & Penner, J. (2014). Women's representation in 60 occupations from 1972 to 2010: More women in high-status jobs, few women in things-oriented jobs. PloS one, 9(5), e95960.

Lubinski, D., & Benbow, C. P. (2006). Study of mathematically precocious youth after 35 years: Uncovering antecedents for the development of math-science expertise. Perspectives on psychological science, 1(4), 316-345.

Su, R., Rounds, J., & Armstrong, P. I. (2009). Men and things, women and people: a meta-analysis of sex differences in interests. Psychological bulletin, 135(6), 859.

Tannen, D. (1994). Talking from 9 to 5: How women's and men's conversational styles affect who gets heard, who gets credit, and what gets done at work. William Morrow and Company, Inc., 1350 Avenue of the Americas, New York, NY 10019.

Van Honk, J., Schutter, D. J., Bos, P. A., Kruijt, A. W., Lentjes, E. G., & Baron-Cohen, S. (2011). Testosterone administration impairs cognitive empathy in women depending on second-to-fourth digit ratio. Proceedings of the National Academy of Sciences, 201011891.

Wakabayashi, A., Baron-Cohen, S., & Wheelwright, S. (2006). Individual and gender differences in Empathizing and Systemizing: Measurement of individual differences by the Empathy Quotient (EQ) and the Systemizing Quotient (SQ). Japanese Journal of Psychology.

​y, 2006).

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