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Defensa

feminista de

los derechos

del varón

 

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​Si pierde un sexo,

pierden los dos.

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​"La mayor esperanza del feminismo, quizás la única para que el feminismo vuelva a ser relevante de nuevo, está en escuchar la voz de los hombres que demandan justicia", escribió Wendy Mc Elroy, que se declara feminista. Adjuntamos abajo algunos fragmentos recomendables de este extenso artículo que nos acercó Víctor Hurtado Oviedo. Como suele ocurrir no con todas las feministas críticas, pero con muchas de ellas, Mc Elroy defiende un modelo de liberalismo de Estado mínimo, cuestionable por cuanto los únicos países que han logrado bajar la desigualdad social, acabar con la indigencia y conquistar derechos en forma significativa son los Estados de Bienestar, que aún no implican la justicia social plena. Así es como esta autora habla de un feminismo "individualista", cuando en realidad debería decir que es un feminismo que defiende la idea de individualidad (que no proclama los derechos de un individuo por encima de los de otro, como el individualismo), y considera un derecho básico el derecho a la propiedad, sin aclarar si refiere a la de los medios de producción (lo que no constituye una necesidad básica) o a la propiedad individual (que difícilmente, cuando es ilimitada, no esté vinculada con la de los medios de producción). También propone limitar toda acción de discriminación positiva en favor de las mujeres, lo que nos parece adecuado salvo en los puestos de mayor jerarquía de los tres poderes de cualquier república, puesto que la perspectiva de hombres y mujeres no es en promedio la misma, ambos forman parte de la ciudadanía y constituye un deber y un derecho la agencia política, la acción de regir en forma autónoma la vida en común por normas dictadas y obedecidas por el conjunto de la población. Más allá de esto, el artículo expresa con muy buenos argumentos y ejemplos la necesidad de que el feminismo de la tercera ola se transforme radicalmente. Destaco algunos fragmentos, y quien quiera leerlo completo (está en español) puede hacerlo en el link.

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"Cuando ellos hablan, sus voces suenan parecidas a aquellas de las mujeres de los 60, cuando el movimiento feminista, llamado feminismo de segunda ola, barrió nuestra cultura como una fuerza de la naturaleza y la cambió para siempre.

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Cuarenta años más tarde –dos generaciones más tarde– la situación se ha invertido. Son ahora los hombres, no las mujeres, los que protestan contra la discriminación sistemática contra su sexo. Incluso los problemas alrededor de los cuales giran las protestas son similares a aquellos señalados en los 60. Los hombres

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* no son tomados en serio por la policía como víctimas de la violencia. De forma similar a las víctimas de violación de hace décadas, la gente tiende a estigmatizar y culpar a los hombres que son víctimas de abuso conyugal.

 

* sus preocupaciones sobre su salud son ignoradas frente a las de las mujeres. Por ejemplo, el gasto en cáncer de mama ha superado hace tiempo al de próstata en una proporción de 3:1 en los Institutos Nacionales de Salud, incluso aunque el cáncer de próstata es más mortífero.

 

* los juzgados de familia discriminan a los hombres en el divorcio, especialmente en materia de custodia de los hijos y derechos de visita.

 

* la violación de los hombres en prisión casi no se discute, como si no tuviera importancia social

La lista de quejas concretas podría continuar y continuar. Pero, en general, lo que los hombres reclaman no es menos de lo que las mujeres reclamaron y obtuvieron de los hombres hace décadas: igualdad ante leyes razonables… y un poquito de respeto.

 

El feminismo de los 60 fue una revolución cultural, y no es exagerado decir que hay otra revolución en marcha -esta vez liderada por los hombres. No está encabezada por voces de la élite o promovida a través de organizaciones subvencionadas. Es un movimiento de base, que consiste en individuos que han sido tan apaleados por el sistema que ahora comprometen una importante parte de sus vidas para decir ¡no!

Aun a riesgo de ser repetitiva, dejadme hablar un poco más de los movimientos de base. Son movimientos que comienzan con individuos aislados que se vuelven indignados con alguna injusticia que afecta sus vidas –quizás el sistema público de escuelas, leyes con sentencias mínimas, o un encuentro con un policía. Se indignan tanto que dicen “no” a la autoridad. Normalmente empiezan diciendo “no” a nivel local, a su consejo escolar o a los concejales de su ciudad. Pero, si las injusticias de las que se quejan están extendidas, las voces se multiplican rápidamente para convertirse en una potente fuerza política. Quizás la fuerza política más poderosa que existe: la voz de la gente.

El típico activista de los derechos masculinos es el tipo de la calle –un hombre que ha perdido el acceso a sus hijos en un proceso de divorcio, el compañero de trabajo que ha sido falsamente acusado de acoso sexual, el vecino que es víctima de violencia doméstica pero es rechazado de los refugios que paga con sus impuestos porque es hombre…

Me considero a mí misma una feminista, lo que sugiere una pregunta: ¿qué tipo de feminista soy para estar escuchar a los hombres y preocuparme por la justicia hacia ellos?

 

Las voces dominantes del feminismo hoy son lo que se ha llamado “feminismo de género” –la clase de feminismo que veréis y escucharéis este fin de semana en la convención de la Organización Nacional de Mujeres (National Organization of Women, o NOW). Y uno de los mitos que el feminismo estilo NOW ha conseguido vender es que cualquiera que discrepe con sus ideas en casi cualquier problema, desde el acoso sexual a la custodia de los niños, es antifeminista e incluso antimujeres. Esa acusación es totalmente falsa.

El feminismo estilo NOW está muerto porque sistemáticamente introdujo privilegios para las mujeres en la Ley, ignoró las justas quejas del 50% de la sociedad -los hombres-, ha vuelto cada sexo contra el otro, en el puesto de trabajo, en el ámbito académico, ha menospreciado cualquier feminista -como yo misma, Daphne Patai, Camille Paglia- que cometió el pecado del desacuerdo.

El aborto bien podría ser el tema más discutido y debatido en Norteamérica, pero hay una pregunta que casi nunca se plantea: ¿Cuál es el papel de los hombres?

 

Yo estoy a favor de la elección: un cuerpo de mujer, una elección de mujer. Pero eso no significa que crea que los hombres –los futuros padres– deban ser descartados del escenario. Decir que la decisión última sobre el aborto recae sobre la mujer no significa que los hombres no estén involucrados ni tengan nada que decir. Son los futuros padres, y es un tema que les concierne. Mi libro más reciente -una antología titulada “Libertad para mujeres” que se publicó el pasado año- tenía un largo ensayo sobre el aborto y me aseguré de que fuese escrito por un hombre, precisamente porque los hombres han sido silenciados en este asunto.

 

¿Qué papel deberían tener los hombres? Bueno, considerad un aspecto que les impacta profundamente. Si una mujer decide llevar a término el embarazo, entonces -en el sistema actual- el hombre puede ser considerado legalmente como responsable de proveer un apoyo financiero para el niño durante los próximos 18 años. Él no tiene nada que decir en la situación. La mujer puede decidir si convertirse en madre o no, pero el hombre no puede escapar de la paternidad. No tiene palabra, no tiene derechos. Y aun así, sin ningún derecho, el hombre tiene responsabilidades legales que se extienden a lo largo de casi dos décadas. No creo que deba haber responsabilidades sin derechos, y es precisamente eso lo que existe para los hombres en esta área.

 

Y, por cierto, repito que estoy a favor de la elección de las mujeres. Mi propósito no es sugerir que el hombre deba tener control sobre el cuerpo de una mujer embarazada. Esa no es la única opción. Una opción podría ser el derecho del padre a renunciar a sus derechos paternales y su responsabilidad, dándole así la oportunidad de renunciar a la paternidad igual que una mujer puede renunciar a la maternidad.

El feminismo de género puede definirse como la escuela de feminismo que ve a hombres y mujeres como clases políticas separadas y políticamente antagonistas. Los hombres como clase oprimen a las mujeres como clase. Los hombres oprimen a las mujeres estableciendo el patriarcado -o norma masculina- y el capitalismo. La combinación de ambas se denomina cultura blanca masculina. En todo lugar y momento, la cultura blanca masculina actúa para someter a las mujeres. A través de la violencia doméstica, la publicidad, la pornografía, la violación, las prácticas de contratación, el uso del lenguaje, el acoso sexual, los libros de texto en las escuelas, la prostitución… la supuesta opresión se encuentra en todos los aspectos de la sociedad. Y eso supone nada menos que una guerra de sexos total."

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Tomado del artículo "Una defensa feminista de los derechos de los hombres"

Wendy McElroy • enero 23, 2015         Publicado en Biblioteca Mises

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